domingo, 14 de febrero de 2016

¿Se puede ser presidente sin diputados, sin partido y sin el apoyo unánime de tus propios votantes?


Es una caliente y envenenada pregunta 
Mientras, los futuros posibles presidentes intercambian papeles. Mariano Rajoy, con una aritmética parlamentaria imposible, solo puede esperar a una carambola de última hora o a volver a las urnas. Y Pedro Sánchez, con sus escasos 90 diputados, no tiene otra posibilidad que intentar recolectar los apoyos para ser presidente en lugares muy dispares, lo que es muy complicado, y aún más cuando da la sensación de estar completamente rodeado de enemigos.
Lógicamente, en el PP no le quieren como presidente pero lo admiten comno gobierno de coalición, eso si pinzándose la nariz. Para Ciudadanos sería una solución muy remota, por la necesidad de ir acompañada de otros actores imposibles para la sensibilidad de Rivera. Podemos, el socio natural, es a la vez su máximo competidor y eso genera una desconfianza casi insalvable. 
En todo caso tanto PP como ciudadanos admiten una gran coalición entre los partidos más votados que sería la lógica democrática.

Y en el PSOE sometidos a la debilidad del lider su propio partido, tampoco parece tener muchos apoyos con varios 'barones'  esperando su cadáver político..
Un día es Susana Díaz, otro Rodríguez Ibarra, al siguiente las sombras de Carme Chacón o Eduardo Madina. Siempre y en todo momento hay algún notable dispuesto a complicarle las cosas al líder de un partido que poco a poco se va acercando al desastre. Y es que el PSOE está sometido a un doble desgaste. Sufre, como el resto, las imperfecciones de nuestra ley electoral, que han ido restando representatividad y cercanía a sus diputados. Pero también tiene un problema interno de equilibrios de poder que acaba beneficiando a los fieles acríticos y laminando a los leales con talento.
Y en el centro de este huracán está Pedro Sánchez, librando, al borde del precipicio, la última batalla por su supervivencia política. A todo o nada, solo preocupándose del mismo al margen de la soberanía popular o economía. Y lo llamativo, lo verdaderamente singular de la situación, es que su mayor enemigo no está ni fuera ni dentro de su partido, es él mismo. En las dos últimas encuestas queda muy claro. 




En la publicada en  eldiario.es ya se vislumbra el sorpaso de Podemos al PSOE, en la de  Metroscopia, publicada en El País, además de eso, hay un dato demoledor, que quizá ha pasado un poco desapercibido: entre sus votantes, los del PSOE, tiene un saldo evaluativo de +51, mientras que en el caso de Albert Rivera y Pablo Iglesias es de +82 y en el de Rajoy de +80. Tan solo un mes después de las elecciones es un resultado muy malo, que a buen seguro sus compañeros de Ejecutiva tendrán muy presente en su próxima reunión, que se adivina caliente y envenenada por una incómoda pregunta:

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