martes, 20 de septiembre de 2022

A Toro Pasado

Opiniones de Santi Vila (10 Setiembre 2022)

"La mayoría del Gobierno de Puigdemont éramos supercatalanistas, pero también españoles"

  


El único 'conseller' del Govern de Puigdemont que dimitió antes de la declaración unilateral de independencia de 2017, rememora aquellos momentos de efervescencia en Cataluña, los entresijos políticos del conflicto y la fractura del separatismo

Esta entrevista se realiza en la fecha que marcará para siempre la vida de este hombre, Santi Vila, al que todo el mundo recordará porque fue el único de los discípulos de Puigdemont en la revuelta independentista que decidió pegar un portazo cuando se asomó al abismo. Se fue con un mensaje en redes sociales: "Dimito. Mis intentos de diálogo nuevamente han fracasado. Espero haber sido útil hasta el último minuto al presidente Carles Puigdemont y a los catalanes".

Pero eso ocurrió un mes después de la fecha fatídica, el 7 de septiembre de 2017. Fue ese día cuando Santi Vila empezó a ser investigado por la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña por varios delitos, prevaricación, malversación, desobediencia al Constitucional, al haber firmado el decreto de convocatoria del referéndum de autodeterminación.

acabó con una condena de 1 año y 8 meses de inhabilitación especial por un delito de desobediencia y multa de 2.000 euros, pero absuelto de malversación, por la que le pedían tanto la Fiscalía como la Abogacía del Estado siete años de cárcel. Hoy, Santiago Vila Vicente (Granollers, 15 de marzo de 1973) tiene aún pendiente un juicio por los incidentes de aquellos años del 'procés', el próximo 5 de octubre. Está acusado, junto al 'exconseller' de Cultura, Lluís Puig, fugado de la Justicia desde 2017, por el conocido como 'caso Sijena', una causa por desobediencia cuando un juez les ordenó que entregasen los bienes y obras del monasterio de esta población aragonesa, se negaron y tuvo que ser la Guardia Civil la que fuera a recuperarlos al Museo de Lérida.

PREGUNTA. Me gustaría saber qué pensaba usted esos días, hace cinco años. No sé si le produce vértigo mirar atrás. La Fiscalía comenzó a investigarles, pero ustedes seguían adelante. ¿En ningún momento pensó parar por las graves ilegalidades que estaban cometiendo o ya había comenzado a madurar la dimisión?

RESPUESTA. Con la perspectiva que tenemos hoy, es evidente que en el Gobierno de Cataluña había dos almas: la de los consejeros que pensaban que se trataba de tensar la cuerda sin llegar a romperla y la de quienes querían poner en marcha un proceso de independencia. Yo estaba entre los primeros, que éramos supercatalanistas, pero también españoles, y en el Gobierno de Carles Puigdemont, sin duda, éramos la inmensa mayoría los que no queríamos romper España. Solo queríamos eso, tensar la cuerda para conseguir algo del Gobierno de Rajoy, una reforma constitucional o la renovación del Estatuto. Queríamos capitalizar una gran movilización ciudadana en Cataluña para poner al día lo que estaba enquistado desde 2010 [año en el que el Tribunal Constitucional dicta sentencia sobre el Estatuto de Cataluña].

P. ¿De verdad que no pensaban que estaban haciendo algo muy grave, más allá de lo que entendemos por tensar la cuerda? Ya les habían advertido de que era ilegal convocar un referéndum de independencia y lo convocaron…

R. En el peor de los supuestos, pensábamos que nos arriesgábamos a un delito de desobediencia y que, por interés de ambas partes, el choque de trenes nunca llegaría. Nunca, nunca, nunca imaginamos que el delito pudiera ser mayor que ese, desobediencia. Nunca. Nadie pensaba eso, nadie…


P. Vamos a ver, señor Vila, que después sucedió lo que sucedió: convocaron el referéndum, lo celebraron, lo dieron por bueno y declararon la independencia. No sé cómo se llevaba usted con Puigdemont, pero no había dudas de lo que estaba haciendo.

R. Me llevaba muy bien, éramos muy amigos y teníamos una relación excelente, quizá fue eso lo que me perdió… [risas]. Pero tengo claro que por la cabeza del 'president' Puigdemont tampoco pasó nunca la posibilidad de que Cataluña se convirtiera en un estado independiente. Nunca. En todo caso, pensaba que podría lograr una consulta pactada.

P. En fin, lo que está claro es que, si las cosas fueron como usted dice, a quien estaban mintiéndole era a los catalanes cuando les hablaban de independencia.

R. A quienes pensaban que iba en serio, sí, pero no a otros muchos que eran solo instrumentales y su objetivo solo era empoderar al Gobierno de Cataluña para que tuviera fuerza al negociar con Rajoy. Conozco a muchísima gente que estaba en esa posición, que presionaban, pero con los pies en el suelo.

P. ¿Usted sigue siendo independentista?

R. Yo nunca he sido independentista.

"Formo parte de los millones de catalanes que pensamos que España es una nación de naciones y un Estado compuesto"

P. Pero, a ver, usted firmó la convocatoria del referéndum de independencia, y ¿qué votó luego?

R. Sí, firmé la convocatoria del referéndum, es verdad, pero formo parte de los millones de catalanes que pensamos que España es una nación de naciones y un Estado compuesto. Me parecía absolutamente necesario forzar la actualización del acuerdo entre Cataluña y España. No olvide usted nunca que Cataluña está reconocida constitucionalmente como una nacionalidad por razones legales e históricas. Por eso, la Generalitat de Cataluña se restablece antes de que se vote la Constitución española, tras el regreso de Josep Tarradellas. Yo formo parte de esta tradición, catalanista y española.

P. Si, pero ¿qué votó usted en el referéndum?

R. Yo estaba dispuesto a darlo todo para que se pudiera votar, pero no era partidario de la independencia de Cataluña.

P. ¿Qué votó? ¿Sí a la independencia o no?

R. Yo voté que sí.


P. De acuerdo, ahí quería llegar porque es lo que no entiendo: usted dice que nunca ha sido independentista pero votó a favor de la independencia. Y era consejero. ¿No le parece, por lo menos, una frivolidad?

R. Es evidente que aquello no era una movilización legal, solo una movilización política, y, de hecho, al poco tiempo surgió el debate sobre cuántos de los que habían votado que sí a la independencia, lo hubieran hecho en el caso de que se tratase de un referéndum legal. Yo estoy convencido, por ello, de que el número de catalanes que están en la misma posición que yo ha crecido estos años, los que pensamos que juntos nos va mejor pero que España tiene que ser concebida como una gran nación, que lo es, pero una nación de naciones. El encaje constitucional del 78 estaba agotado por la torpeza de muchos y había que renovarlo. Dicho esto, sí que es verdad que debemos ser también autocríticos, porque en Cataluña tenemos la tendencia de ser más acusatorios contra el Gobierno de España que autocríticos. Desde ese punto de vista, en Cataluña ha faltado un principio de lealtad cuando nos hemos sentado en una mesa a negociar con el Gobierno de España. No siempre hemos acreditado adecuadamente la presunción de bondad y la defensa de un proyecto compartido. Hemos dado la sensación de que cada negociación no era más que una estación hasta llegar a conseguir el propósito final… En mi caso, mi propósito final es una España plural y diversa.

P. Ciertamente, ahora que lo dice, sí que es raro ver a un catalanista con un discurso de autocrítica. La falta de lealtad del catalanismo, por ejemplo, nadie suele decirlo…

R. Yo creo honestamente que, en aquellos dos años, 2016 y 2017, de los que no estoy nada orgulloso, perdimos el control porque las emociones y los sentimientos se apoderaron de la razón. Pero, admitido esto, también es verdad que necesitábamos reivindicar, por dignidad, el despropósito que se produjo en la sentencia contra el Estatut. ¿Falta de lealtad? Sin duda, sin duda. El catalanismo político, en esta última década, ha acreditado sobradamente su ideología, pero no tanto su españolidad. No siempre ha sido así, recuerde que en 1985 hasta el periódico 'ABC' designó a Jordi Pujol 'español del año'. Y era un proyecto radicalmente catalán, pero también español. En algún momento dejamos de defenderlo así, el catalanismo político dejó de sentirse cómodo, hasta que llegó el colapso a partir de 2010, como le decía antes.

P. Una cosa es la 'incomodidad' y otra es promover la ilegalidad, ¿no le parece?

R. El Gobierno de Rajoy, del que conservo buenos amigos, también era un Gobierno muy duro, que se podía mover poco por su electorado, y nosotros tensamos tanto la cuerda que acabó rompiéndose. De todas formas, en mi opinión, y esto no lo compartirá todo el mundo en Cataluña, lo que sucedió fue un despropósito porque nunca teníamos que haber llegado a aquel extremo. Ni Cataluña ni el conjunto de España se merecían, por su reputación, una crisis como la de octubre de 2017 e imágenes como las que se vieron, de señores mayores por el suelo cuando acudían a votar. Yo participé de ese despropósito y lo digo con toda mi pena. No lo repetiría.


P. Decía usted antes que la mayoría del Gobierno de Puigdemont no quería la independencia, pero, sin embargo, el único que dimitió fue usted…

R. Le podrán contar lo que quieran, pero le aseguro que la inmensa mayoría de los 'consellers' jugábamos esas cartas. ¿Fui el único que dimitió? Pues sí, es verdad, claro, porque me negué a hacer el gesto simbólico de una declaración de independencia, pero eso ya nos lleva a otra cuestión: la confianza que podíamos tener en la palabra de Rajoy como presidente del Gobierno. En privado, nos había dicho que no suspendería la autonomía de Cataluña si levantábamos el pie del acelerador, pero Puigdemont pensaba que, hiciéramos lo que hiciéramos, estaba decidido a suspenderla. Yo sigo convencido de que Rajoy no hubiera suspendido el autogobierno si hubiésemos parado, pero esto ya es historia contrafactual.

P. ¿Mantiene alguna relación con el fugado Puigdemont o le consideran un 'botifler', un traidor?

R. A mí Puigdemont nunca me ha llamado 'botifler' porque sabe que fui un 'conseller' leal. De hecho, seguimos en contacto y tenemos una relación correcta, cordial, pero distante porque políticamente estamos muy distanciados, aunque en lo personal solo puedo desearle cosas buenas.

P. El independentismo catalán siempre ha querido compararse con Escocia o con Quebec. ¿No le parece que la forma en la que se ha desinflado la Diada en solo cinco años demuestra que no tiene nada que ver?

R. En estos cinco años han pasado muchas cosas, como la pandemia, que no es poca cosa. En circunstancias tan graves y excepcionales, la ciudadanía aprecia a los dirigentes que están volcados en lo concreto, la salud, el empleo… También afecta mucho el desengaño, claro; el desencanto de ver cómo proyectos que aparentaban ser muy fáciles conllevan unos costes enormes de prestigio, de deterioro de la convivencia, de progreso económico… Quiero pensar que también la gente ha reflexionado en este sentido. En definitiva, la realidad catalana es muy compleja y creo que no admite comparaciones con la de Escocia o de Quebec. Ya veremos qué ocurre en adelante y si el presidente del PP, Núñez Feijóo, que tiene ahora los vientos favorables, le aplica si llega a la Moncloa la táctica del extintor de Pedro Sánchez o si viene con lanzallamas con los mismos errores del Partido Popular, como en 2017, que nos dejó a la intemperie a los moderados.

"Si gana el PP, espero que no vengan otra vez con el jarabe de palos porque sería un gran regalo inesperado para los más radicales"

P. Comparto, como dice, que el presidente Sánchez ha contribuido decisivamente a desinflamar el conflicto y pinchar el globo, pero lo más efectivo contra la ilegalidad fue la condena del Tribunal Supremo. Usted estaba en el banquillo. ¿Qué piensa?

R. Pues como usted señala, esta pregunta se la hace a alguien que es parte y, por tanto, no puede ser objetivo. De todas formas, yo cumplí condena, a mí no me indultó Pedro Sánchez; yo cumplí condena por desobediencia y creo que mi condena fue justa y proporcionada. Sin embargo, algunos de mis compañeros que fueron condenados por delitos de malversación y sedición sufrieron una pena desproporcionada. Esa situación es la que ha corregido el Gobierno de Pedro Sánchez, y así lo ha manifestado. Le repito lo de antes: en ningún momento pensamos que estuviésemos pudiendo cometer delitos de sedición y mucho menos de rebelión, porque en Cataluña no se rompió ni una papelera en esos dos años. Dicho esto, es evidente que cuando los tribunales recuerdan que incumplir las leyes tiene consecuencias, eso hace pensar a todo el mundo. Claro que sí. Como debe ser, porque no hay democracia sin ley. Pero reitero, y no soy nada sospechoso de ser socialista, que el PSOE de Pedro Sánchez ha sido providencial para la convivencia en Cataluña porque ha desactivado el victimismo contra España. Solo nos queda el problema de Puigdemont y, si se solucionara, todo volvería a donde tiene que estar, en los despachos. Las calles y las manifestaciones las carga en diablo, como sabemos bien.

P. Decía que mantiene una buena relación con Puigdemont. ¿Piensa seguir fugado siempre o va a entregarse?

R. Eso se lo tiene que preguntar a él. Lo único que le puede contar es lo que yo le digo a él, que es que sea muy prudente porque, aunque obtenga reconocimiento de las instituciones europeas, España es un Estado de Derecho con muy mala pegada, como ha acreditado. De modo que, si quiere volver a España, que lo tenga muy hablado a derecha e izquierda.

P. Le pido ahora que haga de analista político. ¿Qué supone la división interna del independentismo, como se refleja en esta Diada de 2022?

R. En esta Diada se encarna algo que era inevitable, el choque entre un independentismo pragmático, como el de Esquerra, y otro más intransigente y radical, vinculado a un sector de Junts per Catalunya. Estos apuestan por volver al colapso, por el 'cuanto peor, mejor', que es algo que no lleva a ninguna parte y ni siquiera tiene recorrido. Frente a eso, Esquerra ha actuado, a mi modo de ver, de forma valiente e inteligente, ha tomado conciencia de que un proyecto de independencia solo puede ser viable si es inmensamente mayoritario, incluso para la convocatoria de un referéndum. Por tanto, Esquerra ha jugado, razonablemente, la carta de la gestión, con la convicción de que solo tendrán el respaldo suficiente si acreditan que son mejores gestores que Madrid, más austeros y beneficiosos para los ciudadanos. Tienen que recuperar solvencia en la gestión y demostrar que están pegados a la realidad, que su idealismo no invalida el principio de realismo. Junto a eso, como hablábamos antes, la actuación del PSOE y de Pedro Sánchez, en concreto, ha sido muy sanadora, por el tono del discurso y por los indultos. Objetivamente, no ha afrontado nada de los objetivos políticos del independentismo, pero ha sido muy balsámico y conciliador. Solo con eso, los moderados del catalanismo nos sentimos muy reconfortados y puede contribuir a que se quede definitivamente atrás la crisis política que nunca se tenía que haber dado.

Esquerra ha jugado, la carta de la gestión, con la convicción de que solo tendrán el respaldo suficiente si son mejores gestores que Madrid

P. En todo caso, usted no dice que el independentismo catalán haya muerto.

R. No, no, para nada. El independentismo no ha muerto y esto debe ser un mensaje para la política en Madrid, a izquierda y a derecha. El problema político en Cataluña persiste y, una vez resuelto los problemas personales, hay que abordar el malestar social de una comunidad histórica que, por las razones que sean, objetivas o subjetivas, no se siente reconocida en un proyecto que tiene que ser compartido, que es España. Esto es lo que hay que reconocer y afrontar para que España sea un gran país y un proyecto de éxito.

P. Hablaba antes de Mariano Rajoy. ¿Tan mala fue su experiencia en su relación con ellos?

R. No, no se trata de eso, tengo una impresión inmejorable de algunos ministros de entonces como Méndez de Vigo, Rafa Catalán o Ana Pastor; gente que entendía que la diversidad era un valor y no un problema. Otra cosa es que quedaran atrapados por las circunstancias, como nos ocurrió a nosotros. Todos deberíamos aprender de lo ocurrido en aquel bienio y, si los socialistas vuelven a ganar las elecciones generales, que afronten las reformas políticas, además de aplicar el extintor. Pero si quien gana es el PP, espero también que hayan aprendido y que no vengan otra vez con el jarabe de palos porque sería un gran regalo inesperado para los independentistas más radicales e intransigentes. Fíjese solo en un detalle: cuando Pedro Sánchez presentó la moción de censura, los independentistas más radicales eran absolutamente contrarios a sacar de la partida a Mariano Rajoy. Contra el PP, el independentismo vivía mejor.   


P. Un veterano sindicalista y político catalán, Joan Coscubiela, dijo en estas entrevistas que a Oriol Junqueras lo llamaban 'el cardenal Mazarino', aquel político italiano que comenzó luchando contra Francia y acabó sustituyendo al cardenal Richelieu al servicio de la corona francesa. Oriol Junqueras simula y disimula, dice Coscubiela. ¿Es así?

R. [risas] Déjeme que me reivindique, me va a permitir el egocentrismo: si en la primavera de 2017, Soraya Sáenz de Santamaría, que era vicepresidenta del Gobierno de Rajoy, hubiera confiado más en mí que en Oriol Junqueras, esto no hubiera colapsado. Otro gallo cantaría en Cataluña. No le puedo decir más, pero mis visitas a la Moncloa se pueden acreditar documentalmente porque los coches oficiales van y vienen.

"Si en la primavera de 2017, Soraya Sáenz de Santamaría hubiera confiado más en mí que en Oriol Junqueras, esto no hubiera colapsado"

P. Un aspecto que siempre me ha llamado la atención, como andaluz y como español es esto que repiten del 'encaje' y de la 'comodidad' de Cataluña en España. De lo que estamos hablando es de dinero, ¿no?

R. Bueno, no, no. De lo que hablamos es de compartir un proyecto. Fíjese en Barcelona, una ciudad brillante que ahora se siente acomplejada porque la comparan siempre con Madrid y algunos, yo creo que para pinchar, hasta dicen que la tienen que comparar con Málaga, que es una ciudad que va como un tiro, una gran capital del Mediterráneo a la que, por otra parte, adoro. Todo esto es hiriente para un barcelonés y muchos tenemos la sensación de que Barcelona, con el apoyo del Estado, sería una capital que de verdad jugaría en la primera división. Sin embargo, año tras año, el Estado lo que hace es beneficiar sistemáticamente a Madrid en detrimento de Barcelona. En esas, la única posibilidad de que no haya quien piensa que la independencia nos iría mejor, es con un Estado español que sienta como propias a Barcelona y a Madrid.

P. Bueno, a ver, igual está usted pasando por alto otros detalles no menores para ese declive, como la responsabilidad de la alcaldesa, Ada Colau, ¿no le parece?

R. Sin duda, sin duda; se lo está usted diciendo a alguien que es absolutamente anti-Colau. Tanto que ayudaré en lo que pueda para que se pueda producir un cambio en las próximas elecciones municipales, aunque en lo personal no puedo plantearme nada porque todavía no estoy limpio judicialmente de todo lo ocurrido en aquel bienio del 16/17.

P. Una última cuestión. Usted es historiador. ¿Y eso de que algunos colegas suyos digan que Cervantes, Colón, Santa Teresa de Jesús y hasta Leonardo Da Vinci eran catalanes?

R. ¡Ah! Esto es muy cachondo. A ver, yo restrinjo a la esfera privada todo lo referente a los asuntos identitarios. Lo importante es que nos una el patriotismo constitucional. Por lo tanto, en lo privado, que cada cual piense lo que quiera. ¿Es historia? No, hombre, nada académico, eso es un cachondeo, ruido irrelevante que forma parte del folclore de cada tribu y, por lo tanto, no hay que prestarle más atención a esos libros de caballería.

Esta entrevista se realiza en la fecha que marcará para siempre la vida de este hombre, Santi Vila, al que todo el mundo recordará porque fue el único de los discípulos de Puigdemont en la revuelta independentista que decidió pegar un portazo cuando se asomó al abismo. Se fue con un mensaje en redes sociales: "Dimito. Mis intentos de diálogo nuevamente han fracasado. Espero haber sido útil hasta el último minuto al presidente Carles Puigdemont y a los catalanes".


Fuente: Javier Caraballo

viernes, 1 de abril de 2022

Sobre el bofetón de Will

El actor Will Smith no dudó en pegar un bofetón al presentador Chris Rock por un chiste sobre su mujer, Jada Pinkett Smith.

Nada hacía presagiar que los presentes en el Teatro Dolby de Los Ángeles, donde se ha celebrado esta noche la gala de los Premios Oscar 2022, no solo iban a disfrutar en directo de la ceremonia de entrega de todas las estatuillas, sino también del sonoro bofetón del galardonado al cómico y presentador.

Con su 'humor' habitual, Chris Rock se subía al escenario y empezaba a repartir sus supuestos chistes entre todos los presentes. Javier Bardem y Penélope Cruz, Leonardo DiCaprio y, por último, Will Smith y su mujer Jada Pinkett Smith fueron algunos de los que aguantaron los chascarrillos del presentador. 

Pero si bien todos aceptaron con humor estos 'divertidos ataques', el actor no soportó una de las bromas que Chris Rock dedicó a su mujer. El humorista comparó el corte de pelo de Jada con la película 'La teniente O'Neil', en la que la actriz Demi Moore luce su cabeza rapada.

Fue entonces cuando, ni corto ni perezoso, Will Smith se levantó de la silla, lentamente y se fue directo hacia Chris y le pegó una bofetada con la mano abierta que dejó a todos los presentes descolocados. Si bien muchos pensaban que formaba parte de la gala, las palabras que pronunció el estadounidense seguidamente hacían borrar rápidamente esa idea. 

"Quita el nombre de mi mujer de tu puta boca", chillaba hacia el escenario el nominado y premiado posteriormente a 'Mejor actor'. 

Hay que entender que la cabeza rapada de Jada Pinkett-Smith, obedece a una enfermedad, alopecia androgenética, que ha reconocido públicamente y no a una decisión estética o de trabajo.      

   


¿En que momento se pasa del nivel de las palabras a los hechos?

En Cataluña ya no hay catalanes, hasta ahora éramos los ñordos y los separratas, no se podía estar en el medio, pues si no eres separrata automáticamente pasas a ser ñordo y antidemocrático y viceversa, en la calle, en los grupos de Whatsapp, en la escalera, al ir a comprar al Super, la situación social se enrarece progresivamente, lo cual podemos constatar al apreciar los cambios del lenguaje popular, el poder político que deriva en el poder mediático, restringen las palabras e incluso pretenden redefinir el género de las mismas, impidiendo la fluidez del lenguaje no vaya a ser que ofendamos a según que colectivo, de modo que ahora ya hay dos lenguajes, el del bar y el del trabajo.

En una sociedad tan podrida de identitarismo, en lugar de proliferar los eufemismos se activan los disfemismos, la lengua coloquial informa sobre el estado de la convivencia mejor que las encuestas, ningún cambio léxico ejercido desde arriba ha logrado modular los sentimientos de solidaridad, repulsa o xenofobia de una sociedad, es un espejo de la convivencia, aunque a veces, como los de la Caverna de Platón, nos devuelva una imagen deformada.

Para quien desee conocer las intrincadas relaciones entre el lenguaje y el totalitarismo.La lengua coloquial es un espejo de la convivencia, aunque a veces devuelva una imagen deformada.

En España, llegamos a la plena aceptación del matrimonio homosexual por un camino de chistes de mariquitas. En la antigua Yugoslavia desaparecieron los chistes xenófobos entre los distintos pueblos unos meses antes de que apareciera la violencia. En Estados Unidos, en cambio, un pasillo desinfectado con la lejía de los eufemismos y el lenguaje respetuoso se llevó la presidencia de Trump. 

La relación entre la convivencia y el diccionario no es unidireccional, en ocasiones el léxico se ensucia para aligerar tensiones, y otras se emponzoña al mismo ritmo que la sociedad. Desde hace diez años en Cataluña, la relación entre los catalanes es cada vez más tensa, podemos analizar cómo nuevas palabras se popularizan en las dos partes, ayudadas en parte por las plataformas sociales. 

Desde hace algún tiempo me llaman 'ñordo' por que no me 'molestan' los españoles y desde hace mas de un par de años tildan de 'separratas' a algunos vecinos independentistas. 

A todos nos llaman fascistas, neofranquistas o lazis (neologismo entre nazi y lazos amarillos) alguna vez, según la ocasión, con lo que está claro que unos términos aparecen mientras otros se vacían de contenido. En una comunidad tan podrida de identitarismo como la catalana, en lugar de proliferar los eufemismos están proliferando los disfemismos. 'Polaco', la vieja forma despectiva de llamar a los catalanoparlantes, fue acogida por esta comunidad de la misma forma que los homosexuales se apropiaron del término 'marica'. 

Los españolistas radicales se refieren al término 'catalufo', que fonéticamente remite a cutrez y abandono, y el disfeísmo 'separrata', que animaliza a sus rivales y les atribuye suciedad moral, carácter astuto e intenciones traicioneras. Los independentistas, por su parte, llaman desde hace años a sus oponentes 'unionistas', que remite a la guerra de secesión norteamericana y al conflicto territorial de Irlanda del Norte. Los españoles de Cataluña siempre han sido 'charnegos', término despectivo que se originó para referirse a los borbónicos, y desde la izquierda nacionalista también se nos llama 'botiflers' (del francés 'flor de lis'), que hoy se emplea también para los sospechosos de traición o de herejía hacia la causa independentista, como Gabriel Rufián. La aparición de 'ñordo' es más reciente y va un paso más allá en el desprecio y la deshumanización,  es apelativo identitario, mientras 'unionista' es un apelativo político, como 'fatxa', 'ñordo' es identitario, significa porción de excrementos y los independentistas radicales lo emplean para referirse a los españoles, en alusión a que esta palabra contiene la letra Ñ, ausente en el diccionario catalán, cuando no el término ultraderechista, mezclando churras con merinas. 

Se usa también 'españordo', y se refieren a España como 'Ñordistán', otro neologismo entre ñordo y Kurdistán, un país de mierda poblado por mierdas humanas. Basta buscar en Twitter el término para constatar que este es el uso popular. De esta manera, ñordos y separratas vivimos progresivamente más enfrentados, incapaces de ver la parte humana o razonable del otro. El lenguaje callejero y tuitero nos redefine a los ojos de nuestros contrarios, y nos coloca en posiciones en las que a nadie le gustaría estar. Sospecho que, mientras estas expresiones sigan popularizándose, cualquier intento de los políticos más moderados de coser las heridas va a caer en saco roto. Lo que no se entiende es que, a la vista del envilecimiento del lenguaje popular, los líderes políticos sigan jugando a aumentar la tensión. El léxico avisa de que esto puede acabar muy mal.

Para finalizar estas reflexiones que van de menos a mas, solo hay que ver en las noticias, los obuses destrozando objetivos civiles en varias ciudades de Ucrania, desde hace 36 días mientras el dirigente ruso Vladimir Putin, afirma sin ruborizarse que es una "operación militar especial ", es decir saltándose varios niveles de eufemismos de golpe

Eufemismo: Palabra o expresión más suave o decorosa con que se sustituye otra considerada tabú, de mal gusto, grosera o demasiado franca.

Disfemismo: Modo de decir que consiste en nombrar una realidad con una expresión peyorativa
 o con intención de rebajarla de categoría, en oposición a eufemismo.

A Toro Pasado

Opiniones de Santi Vila  (10 Setiembre 2022) "La mayoría del Gobierno de Puigdemont éramos supercatalanistas, pero también españoles&qu...