El actor Will Smith no dudó en pegar un bofetón al presentador Chris Rock por un chiste sobre su mujer, Jada Pinkett Smith.
Nada hacía presagiar que los presentes en el Teatro Dolby de Los Ángeles, donde se ha celebrado esta noche la gala de los Premios Oscar 2022, no solo iban a disfrutar en directo de la ceremonia de entrega de todas las estatuillas, sino también del sonoro bofetón del galardonado al cómico y presentador.
Con su 'humor' habitual, Chris Rock se subía al escenario y empezaba a repartir sus supuestos chistes entre todos los presentes. Javier Bardem y Penélope Cruz, Leonardo DiCaprio y, por último, Will Smith y su mujer Jada Pinkett Smith fueron algunos de los que aguantaron los chascarrillos del presentador.
Pero si bien todos aceptaron con humor estos 'divertidos ataques', el actor no soportó una de las bromas que Chris Rock dedicó a su mujer. El humorista comparó el corte de pelo de Jada con la película 'La teniente O'Neil', en la que la actriz Demi Moore luce su cabeza rapada.
Fue entonces cuando, ni corto ni perezoso, Will Smith se levantó de la silla, lentamente y se fue directo hacia Chris y le pegó una bofetada con la mano abierta que dejó a todos los presentes descolocados. Si bien muchos pensaban que formaba parte de la gala, las palabras que pronunció el estadounidense seguidamente hacían borrar rápidamente esa idea.
"Quita el nombre de mi mujer de tu puta boca", chillaba hacia el escenario el nominado y premiado posteriormente a 'Mejor actor'.
Hay que entender que la cabeza rapada de Jada Pinkett-Smith, obedece a una enfermedad, alopecia androgenética, que ha reconocido públicamente y no a una decisión estética o de trabajo.
¿En que momento se pasa del nivel de las palabras a los hechos?
En Cataluña ya no hay catalanes, hasta ahora éramos los ñordos y los separratas, no se podía estar en el medio, pues si no eres separrata automáticamente pasas a ser ñordo y antidemocrático y viceversa, en la calle, en los grupos de Whatsapp, en la escalera, al ir a comprar al Super, la situación social se enrarece progresivamente, lo cual podemos constatar al apreciar los cambios del lenguaje popular, el poder político que deriva en el poder mediático, restringen las palabras e incluso pretenden redefinir el género de las mismas, impidiendo la fluidez del lenguaje no vaya a ser que ofendamos a según que colectivo, de modo que ahora ya hay dos lenguajes, el del bar y el del trabajo.
En una sociedad tan podrida de identitarismo, en lugar de proliferar los eufemismos se activan los disfemismos, la lengua coloquial informa sobre el estado de la convivencia mejor que las encuestas, ningún cambio léxico ejercido desde arriba ha logrado modular los sentimientos de solidaridad, repulsa o xenofobia de una sociedad, es un espejo de la convivencia, aunque a veces, como los de la Caverna de Platón, nos devuelva una imagen deformada.
Para quien desee conocer las intrincadas relaciones entre el lenguaje y el totalitarismo.La lengua coloquial es un espejo de la convivencia, aunque a veces devuelva una imagen deformada.
En España, llegamos a la plena aceptación del matrimonio homosexual por un camino de chistes de mariquitas. En la antigua Yugoslavia desaparecieron los chistes xenófobos entre los distintos pueblos unos meses antes de que apareciera la violencia. En Estados Unidos, en cambio, un pasillo desinfectado con la lejía de los eufemismos y el lenguaje respetuoso se llevó la presidencia de Trump.
La relación entre la convivencia y el diccionario no es unidireccional, en ocasiones el léxico se ensucia para aligerar tensiones, y otras se emponzoña al mismo ritmo que la sociedad. Desde hace diez años en Cataluña, la relación entre los catalanes es cada vez más tensa, podemos analizar cómo nuevas palabras se popularizan en las dos partes, ayudadas en parte por las plataformas sociales.
Desde hace algún tiempo me llaman 'ñordo' por que no me 'molestan' los españoles y desde hace mas de un par de años tildan de 'separratas' a algunos vecinos independentistas.
A todos nos llaman fascistas, neofranquistas o lazis (neologismo entre nazi y lazos amarillos) alguna vez, según la ocasión, con lo que está claro que unos términos aparecen mientras otros se vacían de contenido. En una comunidad tan podrida de identitarismo como la catalana, en lugar de proliferar los eufemismos están proliferando los disfemismos. 'Polaco', la vieja forma despectiva de llamar a los catalanoparlantes, fue acogida por esta comunidad de la misma forma que los homosexuales se apropiaron del término 'marica'.
Los españolistas radicales se refieren al término 'catalufo', que fonéticamente remite a cutrez y abandono, y el disfeísmo 'separrata', que animaliza a sus rivales y les atribuye suciedad moral, carácter astuto e intenciones traicioneras. Los independentistas, por su parte, llaman desde hace años a sus oponentes 'unionistas', que remite a la guerra de secesión norteamericana y al conflicto territorial de Irlanda del Norte. Los españoles de Cataluña siempre han sido 'charnegos', término despectivo que se originó para referirse a los borbónicos, y desde la izquierda nacionalista también se nos llama 'botiflers' (del francés 'flor de lis'), que hoy se emplea también para los sospechosos de traición o de herejía hacia la causa independentista, como Gabriel Rufián. La aparición de 'ñordo' es más reciente y va un paso más allá en el desprecio y la deshumanización, es apelativo identitario, mientras 'unionista' es un apelativo político, como 'fatxa', 'ñordo' es identitario, significa porción de excrementos y los independentistas radicales lo emplean para referirse a los españoles, en alusión a que esta palabra contiene la letra Ñ, ausente en el diccionario catalán, cuando no el término ultraderechista, mezclando churras con merinas.
Se usa también 'españordo', y se refieren a España como 'Ñordistán', otro neologismo entre ñordo y Kurdistán, un país de mierda poblado por mierdas humanas. Basta buscar en Twitter el término para constatar que este es el uso popular. De esta manera, ñordos y separratas vivimos progresivamente más enfrentados, incapaces de ver la parte humana o razonable del otro. El lenguaje callejero y tuitero nos redefine a los ojos de nuestros contrarios, y nos coloca en posiciones en las que a nadie le gustaría estar. Sospecho que, mientras estas expresiones sigan popularizándose, cualquier intento de los políticos más moderados de coser las heridas va a caer en saco roto. Lo que no se entiende es que, a la vista del envilecimiento del lenguaje popular, los líderes políticos sigan jugando a aumentar la tensión. El léxico avisa de que esto puede acabar muy mal.
Para finalizar estas reflexiones que van de menos a mas, solo hay que ver en las noticias, los obuses destrozando objetivos civiles en varias ciudades de Ucrania, desde hace 36 días mientras el dirigente ruso Vladimir Putin, afirma sin ruborizarse que es una "operación militar especial ", es decir saltándose varios niveles de eufemismos de golpe
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