jueves, 28 de septiembre de 2017

Évole y el tramposo

Jordi Évole acorraló a Puigdemont y lo dejó a la altura de un pequeño sofista y un gran tramposo. El excepcional periodista no preguntó para lucirse, sino para dar con la verdad y le sacó a un presidente aturullado y confuso confesiones muy inquietantes. Ni siquiera negó la declaración unilateral de independencia. "Alguien lo propondrá", amenazó.

Esas confesiones confirman el desdichado deseo de convertir Cataluña en una región militarizada, con la pérdida de sus libertades. Desde Twitter vacilan: 
"Évole pasa a encabezar la lista de fascistas muy por encima de Nadal y Sardá. Va a adelantar incluso a Serrat". 
Jordi me dice: 
"Ya no miro a la grada para no desconcentrarme". 

Ha tenido una audiencia apoteósica, pero está preocupado al comprobar que se vive un momento más de emoción que de razón y esto puede acabar mal. Nos han metido en el laberinto. Hay que buscar una salida entre tigres y cuchillos, como Borges, pero no logramos llegar a la ventana. Para empeorarlo todo, la respuesta del Estado democrático a la intentona aumenta la desafección de los catalanes hacia España. Hay quien sospecha que esto ya no tiene remedio. Escribía Joan Puigcercós: 
"Las inverosímiles amenazas de un estado de alarma, excepción o, incluso, de sitio podrían retrasar unos pocos meses o unos pocos años el plebiscito; pero éste, tarde o temprano, será una realidad".

Los independentistas izaron las esteladas creyendo que el Estado tenía los pantalones en los tobillos y podrían sorprenderlo con una intempestiva independencia y, si ésta fracasaba, volver a lo de siempre: 
A trincar con un Gobierno de España sentado a negociar a la fuerza. Es que detrás de las banderas hay patriotas, pero también trajinantes y trincones. 
Dicen los rebeldes que se han alzado para lograr la deconstrucción del capitalismo del BOE; seguro que ahora pedirán el cupo. 

Joan Tardà resume sus objetivos citando un refrán inglés: 
"La bandera no te dará de comer, pero si no la tienes, te comen".

La historia del nacionalismo catalán está basada en el deseo de alejarse de España y quizás ese deseo aumente después del ridículo traspiés que están dando. Según el ensayista Francesc-Marc Álvaro, las detenciones de altos cargos del Govern agrandarán la herida de un nacionalismo que no es sino "una respuesta a una herida infligida sobre una sociedad".

Qué verdad era eso de que la sociedad no siempre camina hacia el progreso y recula. Para Catón el Viejo, el patriota romano de Delenda est Carthago, no tenemos más patria que la tierra:
"En ella hemos nacido y yaceremos". 

La degeneración del patriotismo se llamó nacionalismo y se basó en la xenofobia, el resentimiento, la búsqueda de una nación virtual desde el agravio y el chantaje económico. Escribía Pla en sus crónicas de la República que los que se escindieron de la Lliga iban construyendo, al socaire de esa sonoridad, el plan para esquilar al país. Más tarde la Generalidad, fue el piojo de Madrid, como Lutero el de Roma: 
"Soy el piojo del Papa. Le atormento, él me cuida y yo vivo a su costa", dijo el fraile.
RAÚL DEL POZO

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