jueves, 5 de octubre de 2017

De Oca en Oca y tiro porque me toca

Hasta la farsa final

La madrugada del domingo, junto a un colegio donde los guardianes de las sagradas urnas, adultos y niños, hacían una divertida chocolatada, vi a un hombre durmiendo en un cajero, abrigado con un cartón. A nadie se le ocurrió ir a ofrecerle una taza de chocolate caliente
El pobre diablo sólo habría tenido una oportunidad de Almoines chocolatera si en lugar de dormir entre un cartón, hubiera estado durmiendo envuelto en una bandera. A los pobres siempre los falla el marketing.
Dos días después, gente que en toda su vida no ha movido un dedo por los derechos de los trabajadores, convoca a los catalanes a la huelga. La huelga que les conviene a ellos, al igual que montaron el 1-O que les convenía a ellos. Del simulacro del referéndum, en el simulacro de huelga, no es extraño que con tanto simulacro la gente se vuelva loca aplaudiendo las ambulancias o el primer bombero que se pone un clavel en el casco.
La excusa es la brutalidad policial pero la que conviene, en el desalojo de mayo no se hizo una huelga general y esta vez hubo 120 detenidos y 121 heridos, vaya quizás las porras serían diferentes. Mientras haya estados habrá orden y brutalidad para el que no la cumpla, por el bienestar de todos y por tanto existirá la policía, que es quien administra las normas de convivencia. Una huelga para protestar contra la brutalidad policial es el primer paso antes de convocar una contra la ley de la gravedad.
Pero en fin, si los que mandan dicen huelga, el pueblo hace huelga, curiosa huelga eso si en la que no se descuenta el sueldo, es decir todos pagamos un día de fiesta a algunos. Será digno de ver si aquel comerciante gerundense de raíz, que en todas las huelgas deja la persiana a medio bajar o medio subir, depende de si se acerca un piquete o un cliente, hoy se cuelga una bandera en el cuello, cierra la puerta y pierde los beneficios de un día. Difícil decisión, cuando los beneficios de un día depende la plata de lionesas del próximo domingo. 
Se deberá calcular si, tal como están los ánimos, sale más a cuenta hacer huelga o trabajar, faltaría que abrir la tienda provocara la deserción de clientes de toda la vida, que son los buenos. Independentismo es un negocio, y nuestros señores Esteve son sobre todo negociantes. Los comerciantes y empresarios catalanes se adaptan al régimen que sea, siempre que la caja registradora haga tintineo periódicamente. Han demostrado a lo largo de la historia que tanto saben la letra del Cara al sol como la de Els segadors, la única que no entonan bien es La internacional. Huelga? Para Cataluña, lo que haga falta, diferente sería hacerla por los trabajadores catalanes.
El buen catalán no se movilizaba cuando el Gobierno recortaba en sanidad y educación, y no con tijeras sino con moto-sierra. La foto de una señora a quien tardan seis meses a operar un cáncer no tiene el mismo impacto que la de una señora ensangrentada intentando votar. A los pobres les fallará el marketing, pero nuestros gobernantes les sobra. Con los e-mails que he recibido las últimas horas instando a la huelga podría empapelar mi casa, procedentes de gente que no movería un dedo si mañana una reforma laboral obligara a trabajar los domingos.
Si yo tuviera un comercio, hoy cerraría. No quisiera que viniera un piquete, con sus Audis y BMW, a reventar-me las ventanas al grito de «In-Inde-Independencia». Se me escapa la risa.

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