Por un lado en PDxCat:
Puigdemont con sus locuras juega a perder para que gane Iceta, ERC y P´s, pues sabe q ese tripartito necesita el pegamento d una moción de censura del PSOE en el Congreso para echar a Rajoy, sin el cuál se abre la posibilidad de un Referéndum pactado y la amnistía de su complicado viacrucis judicial, que a su vez abre paso a una Independencia regulada y admitida internacionalmente, con Rajoy esa vía ya está cerrada.
En cambio, sabe que si gana él, Rajoy le atornillará y se quedará sin recorrido.
Por otro lado Pedro Sánchez:
Su estrategia consiste en buscar un chivo expiatorio, causante de todos los males, ese enemigo necesario para cohesionar los ejércitos, aunque para ello tenga que simpatizar con cualquier segmento político (de centro, nacionalista o de izquierdas), que a cada momento le convenga hasta confundirse con él, excepto con uno, que cumple la función de chivo expiatorio.
Su único deseo es gobernar y el método elegido sacrificar a un único culpable, a luz de la mímesis.
La solución más fácil al problema del “todos contra todos” siempre ha sido el “todos contra uno”. Ésta es la idea que subyace en los eslóganes “cordón sanitario” contra el PP, o el intento de Sánchez de contar con los apoyos de Podemos (de C´s y de los nacionalistas también) para el eslogan mil veces repetido: “Echar a Rajoy de la Moncloa”.
Por otro lado Rajoy:
Asume ser chivo expiatorio de unos y otros porque dos chivos expiatorios se neutralizan entre si, tampoco es tan malo que el peor enemigo de Puigdemont sea Rajoy para los enemigos del Independentismo y también para los enemigos de Podemos.
Por aquello de: "los enemigos de mis enemigos, son mis amigos"
De la necesidad virtud, eslogan en el que el gallego es un maestro consumado.
Prefiere rivales debilitados y que ejerzan fuerza para derribarse a si mismos, tal como lo ha sido P. Iglesias en su momento con el PSOE y Puigdemont contra Junqueras.
Por otro lado Iglesias:
Con la batalla por la conquista del voto de izquierdas entre Podemos y el PSOE, pues al desear lo mismo están obligados a luchar entre sí y a imitarse mutuamente con el fin de conseguir lo que el otro tiene (bienes, reconocimiento o votos) en una guerra sin cuartel.
La fórmula elegida por Iglesias que coincide con Sánchez, consiste en la elección de Rajoy como un chivo expiatorio que concentra la responsabilidad del Mal y corrupción (obviando la corrupción del mismo PSOE y PDxCat) puesto que no es práctico focalizar varios culpables y que por supuesto es externo a la relación conflictiva entre todo el espectro de la izquierda (desde el centro izquierda a la extrema izquierda).
Poco importa que sea irracional focalizar en un único culpable las causas del malestar social, lo cierto es que la figura de Rajoy representa un mito útil en la causa por la superación del conflicto entre los partidos de la oposición en su lucha por el Poder y la crisis económica que amenaza inestabilidad.
Así, la figura del chivo expiatorio culmina con la conversión del teórico culpable en víctima que debe ser sacrificada en aras de la estabilidad de una situación política, aunque las causas reales que han provocado la crisis del país sigan intactas con el sacrificio del designado como culpable. Por eso, la transformación del chivo expiatorio en víctima debe ocultarse para que aquél cumpla con eficacia su papel de bálsamo de la “crisis mimética”, pues si los verdugos saliesen a la luz quedaría descubierta la mentira que todo chivo expiatorio representa, esto es, la de ser el único responsable del conflicto. Por ello son imprescindibles las ideologías y los medios de comunicación que las difunden, encargados de crear la “causalidad diabólica”: arbitrariedad y necesidad. La arbitraria ideología racionaliza la necesidad del designado como chivo expiatorio.
Hombre de Estado y cambio de chivo.
Con el surgimiento del líder que toma partido por las víctimas y contra la multitud, siempre deseosa del chivo expiatorio que le salve, lo que en términos contemporáneos llamaríamos:
“Hombre de Estado” o patriota.
El rechazo del patriota a la “causalidad mágica”, a la posverdad, le permite conocer la naturaleza de las cosas, devolviendo a los ciudadanos a los que dirige el sentido de la realidad, que exige como primera condición la responsabilidad de cada uno. Al hombre de Estado se le reconoce porque en la plaza pública grita: “¡el que esté libre de culpa que tire la primera piedra!”. Y él no la tira. De esta forma evita designar a la víctima y provocar la imitación de sus seguidores. Es decir, neutraliza la resolución fraudulenta de una “crisis mimética”.
¿Se ha convertido Pedro Sánchez en un hombre de estado?
¿Por qué desaprovechó la oportunidad de continuar convirtiendo a Rajoy en el chivo expiatorio tirando contra él la primera piedra? ¿Por qué escapó a la espiral de crear una víctima propiciatoria para explicar el fracaso catalán, cuando no deja de utilizarla en toda España desde su puesto de Secretario General? ¿Se ha convertido en un patriota, en un hombre de Estado?
Caben varias interpretaciones, una de ellas es que ha surgido un segundo chivo expiatorio, Puigdemont, que niega al elegido por Sánchez, otra reside en que, después de oír las críticas de Guerra y González a su inconsistencia política en Cataluña.
Quizás tema convertirse él mismo en el chivo expiatorio de la inacabada guerra civil de su partido. La más probable es que haya intuido que el caso catalán ha liquidado a Podemos como rival, y ha salvado a la que parecía moribunda situación política resultante de la Transición, que ahora amenaza con prorrogarse otros cuarenta años, lo que convierte en innecesario a un chivo expiatorio que ayude a la estabilidad política del país.
Quizás Rajoy le ha ofrecido la vicepresidencia de una Gran Coalición a la que inevitablemente se dirige el país.
Seguramente un poco de todo hay en el táctico cambio de Sánchez. Desde luego no considero que un meditado intento por convertirse en hombre de Estado haya jugado ningún papel.
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